La resistencia antimicrobiana de las bacterias ha devenido problema de salud,    tanto para los países del norte como para los del sur. Cuando se desarrollaron    por primera vez, los antibióticos fueron vistos como "balas mágicas"    que cambiarían radicalmente el tratamiento de la enfermedad infecciosa.    Desde la introducción de la penicilina en la terapéutica hace    más de 50 años, se inició una incesante búsqueda    de nuevos compuestos antibacterianos con el fin de erradicar las enfermedades    infecciosas que iban surgiendo.1 La mayoría    de estas enfermedades se deben a infecciones respiratorias agudas, enfermedades    diarreicas, tuberculosis, paludismo, sarampión y VIH/SIDA. La resistencia    a los antimicrobianos amenaza actualmente la capacidad existente de solucionar    con eficacia por lo menos 4 de los procesos antes mencionados: las infecciones    respiratorias agudas (neumonía), las enfermedades diarreicas, el paludismo    y la tuberculosis. En algunas regiones del planeta, más de la mitad de    todos los casos de neumonía estreptocócica son resistentes a la    penicilina. La eficacia de la cloroquina, considerada como la piedra angular    del tratamiento del paludismo, hoy día es discutida en muchos países.2
Sin dudas, el uso excesivo y con frecuencia empírico de los antimicrobianos    para el tratamiento de diferentes situaciones clínicas ha conducido a    modificaciones de la ecología bacteriana, lo que puede determinar consecuencias    fatales para la salud pública.5
Los científicos afirman que la sepsis adquirida en la comunidad debe    distinguirse de la sepsis intrahospitalaria (nosocomial). Como es conocido,    sus diferencias radican en las principales fuentes de infección, los    gérmenes predominantes y la sensibilidad de estos a los antimicrobianos.4-6
El proceso bien conocido y estudiado de la resistencia bacteriana adquiere mayores    dimensiones en el ambiente hospitalario, donde han surgido gérmenes muy    agresivos, que se diseminan con facilidad de un paciente a otro. Estadísticas    estadounidenses indican que las infecciones nosocomiales contribuyen a la muerte    de 60 000 personas por año, con un costo para las instituciones de salud    de 4,5 billones de dólares anuales. Más aún, se estima    que alrededor del 90 % de tales infecciones son causadas por gérmenes    multirresistentes.
Las bacterias adquieren la capacidad de resistir la acción de los antibióticos    por medio de varios mecanismos como la variabilidad genética, la modificación    de la permeabilidad de la membrana interna, la extracción del compuesto    y la inhibición enzimática, así como por la modificación    del blanco ribosomal o la alteración de la composición y el contenido    de glicoproteínas de la pared bacteriana.6    Esta resistencia es transmitida entre microorganismos de un mismo género    (transmisión horizontal) y entre microorganismos de géneros diferentes    (transmisión vertical). A todo lo anterior se adiciona el hecho de que    se dispone de escasos datos de susceptibilidad a los antibióticos y la    vigilancia de la resistencia no se lleva a cabo en todos los países.5,6
Al analizar las causas que pueden contribuir a la resistencia bacteriana, la    prescripción irracional o inadecuada de antimicrobianos representa una    determinante apreciable atribuible a factores relacionados con el propio prescriptor,    como son las limitaciones en el conocimiento sobre los principios básicos    necesarios para la prescripción de estos agentes; por incertidumbre con    relación al diagnóstico del enfermo o por la tendencia del profesional    que prescribe a basarse solo en su propia y limitada experiencia personal, sin    tomar en consideración la evidencia científica disponible.3,7    Por su parte, el paciente puede ejercer presión sobre el médico    para que le prescriba algún antimicrobiano, sin que realmente sea necesario    para solucionar su situación clínica.
Es de señalar que la venta, distribución y prescripción    de antibióticos en todo el mundo está muy influenciada por la    industria farmacéutica y que las actividades promocionales de las compañías    farmacéuticas pueden promover su prescripción irracional.
Es importante insistir en que no son los medicamentos ni el paciente los que    se hacen resistentes, sino que es el propio agente biológico el potencialmente    capaz de hacerse resistente por las causas antes mencionadas.
Para contribuir al uso racional de los antibióticos se necesita disponer    de un diagnóstico rápido que permita determinar el agente etiológico    y su sensibilidad en el momento de iniciar la atención al paciente, sobre    todo a nivel hospitalario. Es indispensable la existencia de un programa de    vigilancia de la resistencia bacteriana, que posibilite conocer los patrones    locales de susceptibilidad y resistencia a los médicos y demás    profesionales sanitarios. Hay una estrecha relación entre la resistencia    a los nuevos antibióticos y la observada en muchos de los más    antiguos. Esta resistencia cruzada limita las alternativas terapéuticas    frente a determinados microorganismos, por ejemplo:el Staphylococcus aureus    resistente a la meticilina, no solo expresa resistencia cruzada a otros    antibióticos ß-lactámicos, sino que generalmente es resistente    a macrólidos, quinolonas, aminoglucósidos y otros. 
Este mismo problema de multirresistencia farmacológica se observa en    el Streptococcus pneumoniae, Shiquella spp y Salmonella typhi.    Todo ello ha conducido a cambios de los patrones de prescripción en muchas    regiones del mundo, incluida Cuba; por ejemplo, actualmente se orienta la prescripción    del ácido nalidíxico para el tratamiento de esos microorganismos    farmacorresistentes.6
En algunos países se han adoptado algunas medidas para promover el uso    adecuado de los antimicrobianos. En Cuba desde 1998, mediante el Programa Nacional    de Medicamentos,8 se han desarrollado estrategias    para promover la prescripción y uso racional de los fármacos,    con énfasis en algunos grupos terapéuticos, donde se destacan    por su importancia los antimicrobianos.
